XXIV CONFERENCIA INTERNACIONAL
¡Effatá! Las Persona Sordas en la vida de la Iglesia
19-20-21 de noviembre de 2009
RECOMENDACIONES FINALES
El Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, al organizar esta Conferencia dedicada a las personas sordas en la vida de la Iglesia, ha querido enviar un mensaje fuerte para subrayar la atención que merecen las problemáticas vinculadas con el discapacitado auditivo de las personas sordas en su calidad de miembros vivos de la Iglesia, tal como lo ha puesto en evidencia el Santo Padre Benedicto XVI durante la audiencia que ha concedido a los participantes en esta XXIV Conferencia Internacional: “Vosotros no sólo sois los destinatarios del anuncio del mensaje evangélico, sino en virtud de vuestro Bautismo sois también anunciadores a pleno título.”
En efecto, con respecto a las conferencias anteriores organizadas en torno a los diferentes tipos de discapacidad, la novedad de esta Conferencia está también en el hecho de haber querido poner de relieve que cuando se habla de fe y de práctica religiosa, la discapacidad auditiva puramente sensorial debe ser tratada necesaria y separadamente de otras discapacidades físicas.
RECOMENDACIONES
Para la plena integración de las personas sordas en la vida de la Iglesia, esta asamblea propone:
1. Que se instituya una oficina central de la Iglesia a nivel nacional, que se ocupe y coordine la pastoral para las personas sordas.
2. Que cada diócesis tenga al menos un sacerdote con las necesarias competencias en el campo específico a fin de que sea el punto de referencia de las personas sordas para los sacramentos (la penitencia en particular), la liturgia y la catequesis.
3. Que para los seminaristas se cuente con un curso de orientación hacia esta pastoral especial y se les estimule a profundizar el conocimiento del mundo de los sordos y eventualmente también la lengua de señas, a los que demuestren interés hacia ella.
4. Que los obispos dediquen mayor atención al problema de los sordos, de modo que en el plano pastoral y catequético de la diócesis también encuentren su espacio la catequesis y la pastoral para y con sordos y que una persona sorda integre el grupo formado para este fin.
5. Que en las grandes ciudades se identifique una iglesia/parroquia en la que la liturgia permita la participación activa de personas con problemas auditivos.
6. Que en la programación de la pastoral parroquial y diocesana, se conceda particular cabida a las personas sordas y a sus familias. Asimismo, es oportuno que una persona sorda y padres de familia estén presente y colaboren en su redacción.
7. Debería haber una página web católica para sordos que trate temas de actualidad de nuestra fe. En dicha página web haya la posibilidad de seguir también la Misa con la homilía y, cuando sea oportuno, se trate de hacer entender mejor las cuestiones éticas de importancia política.
8. Que se conceda también a las personas sordas la posibilidad de participar en los cursos de ciencias religiosas que se organizan a nivel diocesano.
9. Para salir al encuentro de las necesidades de las personas sordas que no conocen la lengua de señas, de los que se vuelven sordos, o de las personas adultas afligidas de sordera, se recomienda a los pastores de almas que equipen con pantallas los ambientes para la liturgia.
10. Que a nivel nacional se identifiquen estructuras idóneas para la promoción de las vocaciones y la formación de los candidatos sordos a la vida religiosa y sacerdotal.
11. Que las diócesis tengan un registro para los intérpretes competentes para desarrollar el trabajo en la Iglesia.
12. Tal como lo ha subrayado el Santo Padre, es preciso remover todo obstáculo para la plena integración social de las personas sordas implementando ante todo leyes, convenciones y protocolos apropiados que tiendan a crear las adecuadas condiciones jurídicas para agilizar la inserción de las personas sordas tanto en los circuitos formativos como en aquellos laborales, de modo que hagan fructificar también sus talentos (Mt 25, 14-30) y cada una según sus dotes y capacidades contribuyan en todo nivel al bien de la sociedad entera.
Mientras la experiencia de estas tres jornadas nos proporciona por un lado gozo y esperanza, por el otro, nos estimula a trabajar cada vez más y mejor para que el gemido, antes bien, el grito de Jesús EFFATÁ – ¡Ábrete!, resuene en los corazones de todos los sordos que están a nuestro lado o esparcidos por el mundo.