MENSAJE DEL SANTO PADRE para Cuaresma 2009

Mensaje de Cuaresma 2009: Benedicto XVI invita a la práctica penitencial del ayuno, “que nos ayuda a superar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo''

Martes, 03/02/2009 15.29.45 (radio vaticana).
Esta mañana ha tenido lugar en la oficina de prensa de la Santa Sede la presentación del mensaje del Santo Padre para la Cuaresma de este año 2009. Han intervenido en la misma el presidente del Pontificio Consejo Cor Unum, cardenal Paul Joseph Cordes y Josette Sheeran, directora ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas.El Papa indica que este año, en su acostumbrado Mensaje cuaresmal, desea reflexionar especialmente, sobre el valor y el sentido del ayuno. Y en efecto subraya que la Cuaresma nos recuerda “los cuarenta días de ayuno que el Señor vivió en el desierto antes de emprender su misión pública”. Las Sagradas Escrituras y toda la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él. Por esto, en la historia de la salvación encontramos en más de una ocasión la invitación a ayunar. Ya en las primeras páginas de la Sagrada Escritura, escribe Benedicto XVI, “el Señor impone al hombre que se abstenga de consumir el fruto prohibido”. San Basilio observa que “el ayuno ya existía en el paraíso”. Puesto que el pecado y sus consecuencias nos oprimen a todos, el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con el Señor. Es lo que hizo Esdras antes de su viaje de vuelta desde el exilio a la Tierra Prometida. Lo mismo hicieron los habitantes de Nínive que, sensibles al llamamiento de Jonás a que se arrepintieran, proclamaron un ayuno, como testimonio de su sinceridad.También en el Nuevo Testamento, recuerda el Papa, Jesús indica la razón profunda del ayuno, estigmatizando la actitud de los fariseos, que observaban escrupulosamente las prescripciones, que imponía la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios. El verdadero ayuno, repite en otra ocasión el divino Maestro, consiste más bien en cumplir la voluntad del Padre celestial. Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el “alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre. También los Padres de la Iglesia hablan de la fuerza del ayuno. El ayuno es, además, una práctica recurrente y recomendada por los santos de todas las épocas. “En nuestros días, -explica el Pontífice- parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien, en una cultura marcada por la búsqueda del bienestar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo. Está claro que ayunar es bueno para el bienestar físico, pero para los creyentes es, en primer lugar, una “terapia” para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios. La Cuaresma -afirma el Santo Padre- podría ser una buena ocasión para retomar estas normas, valorizando el significado auténtico y perenne de esta antigua práctica penitencial, que puede ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo.Privarse del alimento material facilita una disposición interior a escuchar a Cristo. Con el ayuno y la oración permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios. Al mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos, dice el Papa. Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre. Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño.Precisamente para mantener viva esta actitud de acogida y atención hacia los hermanos, el Papa anima a las parroquias y demás comunidades a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Este fue, desde el principio, el estilo de la comunidad cristiana, en la que se hacían colectas especiales, y se invitaba a los fieles a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se había recogido. También hoy hay que redescubrir esta práctica y promoverla, especialmente durante el tiempo litúrgico cuaresmal.El ayuno representa una práctica ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos. El ayuno tiene como último fin -señala el Papa-, ayudarnos a cada uno de nosotros, como escribía el Papa Juan Pablo II, a hacer don total de uno mismo a Dios. Por lo tanto, que en cada familia y comunidad cristiana se valore la Cuaresma para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo.